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  • Foto del escritorColomba

9 meses sin alcohol: Otro viaje de regreso a mí misma

Dejé de tomar alcohol hace 9 meses de forma muy natural.


No era lo que se categoriza como alcohólica, pero sí había tenido fases de tomar muy regularmente en el colegio y la universidad. Desde hace dos años, cada vez tomaba menos pero aún al menos 2-4 veces al mes. Cuando salía, casi siempre me tomaba algo, al menos una cerveza. Tenía muy normalizado tomar en cualquier evento social, a pesar de haber tenido experiencias muy desagradables con el alcohol.

Durante la pandemia tomaba muuucho… Un día tuve una caña taaaan mala que vomité todo el día siguiente y tenía tercianas, pensaba que me iba a morir. Ahí dije lo típico: “nunca más tomo”, algo que había dicho muchas veces antes. Pero esta vez algo sí había cambiado. Aunque no dejé de tomar, si empecé a tomar mucho menos, me daba pena pensar en que podía hacerme a mí misma tener un día tan feo después.


Desde ahí, a veces pasaban meses en que no tomaba nada, y si lo hacía era solo vino o cerveza. Esos meses me permitían ver el efecto que tiene el alcohol en mí, sentía lo que antes era imperceptible porque mi cuerpo estaba tan acostumbrado a tomar socialmente. Me tomaba algo después de meses y sentía el leve dolor de cabeza que quizás antes no. También notaba como al día siguiente mis pensamientos eran más ansiosos.


Cuando empezó el Covid, volví a vivir a Chile y solo me gustaba irme de fiesta en Berlín, entonces acá no era como que tenía muchas fiestas. Y cuando tenía panoramas, era con gente cercana entonces me permitía experimentar sin alcohol.


El verano europeo pasado pude volver a Berlín después de 3 años. Volví a irme de fiesta como lo hacía antes, muy seguido. Era verano, la vida era en la calle, los vodka mates en las fiestas en la calle, la cerveza en el späti, o en el lago, o en el parque con buenas conversas eran un must, imprescindibles, panoramas pintados para acompañar con esos bebestibles.



En Berlín me permití los vicios de antes y ¡Lo pasé increíble!

Mi último fin de semana quería experimentar irme al club sin tomar o al menos sin estar tipsy. Fui a Berghain - uno de los clubes más famosos del mundo por lo difícil que es entrar, su sistema de sonido, y el line-up de DJs increíbles de sábado a lunes sin parar- con amigos queridos. Nada como un carrete con buena música y amigos queridos. En las 14 horas que estuve solo me tomé una cerveza.


Entramos tipo 1 pm y partimos “a la cancha” a bailar. Llevábamos unos 5 minutos ahí y pensé:

“Ya, está buena la música, pero, ¿Qué más? ¿Qué voy a hacer aquí tanto rato como lo hacía antes?”

Y hasta se me pasó por la cabeza,

“¿Cómo me voy a soltar para bailar si no tengo el “permission slip” que te da tomar.”


Me respondí:

“Pasito a pasito, dale tiempo, igual que con todo.”


Igual que cuando había tratado de hacer skate, y después del primer minuto que no podía ni andar un cm ya me quería rendir, pero seguí y en menos de 20 minutos ya andaba largas distancias.


Al principio las cosas pueden resultar awkward, pero si traspasamos las etiquetas y la incomodidad llegamos a la libertad.


Con ese conocimiento en la cancha, seguí bailando y de repente ya eran las 3 am y yo sudadísima, no había parado de bailar, conocer gente y pasarla bien. Terminé la noche moviéndome sin parar, sintiendo la energía viva de todo el Panorama floor, bailando con los tracks de la mejor DJ que he escuchado, Sedef Adasi. No se me volvió a cruzar el deseo de tomar algo más ese día.


En la tarde por primera vez sentí hambre en Berghain, como no había apagado las señales de mi cuerpo, sabía que quería comer y me tomé un smoothie delicioso con un sandwich, energía para seguir.


Fue el meeedio viaje interno. Dormí como un bebé y al día siguiente me desperté como todos los días pero ¡con más energía! Nunca antes visto.


Me fui a India después. Ahí ni se me pasaba por la cabeza tomar, habían demasiadas cosas pasando en todo momento para apagar mis sentidos aunque fuera en un mínimo grado. Las pocas veces que lo hice, el sabor era malo y podía percibir el impacto que tenía en mi cuerpo y mente. No me lo prohibí pero decidí no tomar más porque para qué, si ni era rico.


Después de 8 meses viajando, volví a Berlín y ahí fue el real desafío. En mi experimento quería estar completamente sobria en todo momento. Quería experimentar lo que era no tomar ni en el parque, ni en comidas, ni en bares, ni en clubes, en ninguna parte. Desasociar el alcohol de distintos momentos.


Llegué, y el mismo día volví a Berghain. Un poco desorientante volver del universo paralelo sobrio en el que estaba (India) a la meca del techno, de las drogas y el alcohol.


Entré y fuimos a la barra, me dieron muchas ganas de tomarme algo, pero lo racionalicé, me dije:

“siéntate con la incomodidad y atraviésala” (de aquí nació este post)

Me compré un jugo de granada. Nunca antes había pagado por jugo en un club. Desde ahí que si voy a carretear me compro algo rico para probar (sin alcohol). Antes no lo hacía porque creía que era muy caro, pero si era alcohol, ni pensaba en el precio.


Después pensé, bueno si no tomo, puedo fumar.

Me dije lo mismo:

“siéntate con la incomodidad y atraviésala”

Y así fui jugando toda la noche, cada vez que venía el pensamiento. Entendí que me venían las ganas cuando me sentía incómoda o un poco ansiosa, emociones muy normales que van y vienen (en especial en un lugar con tantas energías juntas).


Es muy normal para mí no sentirme 100% cómoda cuando estoy recién llegando a un lugar o en una nueva situación. Agarro confianza a medida que estoy en el lugar. El alcohol me permitía eliminar esa sensación. Con él, tapaba cualquier sensación incómoda por muy leve que fuera. Me juzgaba por ser awkward y lo tapaba, sin darme cuenta que no afectaba a nadie si lo era, solo a mí por mi propio juicio.


En esta sociedad nos enseñan a reprimir las emociones no tan gratas, a tenerles miedo. Esto nos hace evadirlas y luego se vuelven mucho más grandes de lo que eran en un principio. Las emociones a veces solo necesitan transitar, a veces vienen a mostrarnos algo con su propio lenguaje, pero les tenemos tanto miedo que las tapamos y se destapan por otros lados. El alcohol es una sustancia que no le hace bien al cuerpo y sin embargo, es lo más normal del mundo consumirlo.


Hacía el ejercicio cada vez que me venían las ganas y en pocos minutos se me pasaba. Esta vez me quedé 10 horas, la música no era tan buena, y desde ahí que ya nunca salgo a un club a menos que sepa que la música va a ser buena. Ya no me quedo tanto rato en espacios que no disfruto al 100%.


En las calles, las pruebas seguían. Caminaba y veía los bares y se me pasaba por la cabeza las ganas de estar sentada copuchando con una buena amiga y una cerveza. Iba a comidas donde antes siempre tomaba algo, bares con amigos, y siempre al principio me llegaba el deseo. Hacia el ejercicio que hice en Berghain y en pocos segundos las ganas se disipaban. Volví a hacer muchas de las cosas que hacía antes en Berlín con una cerveza casual pero esta vez sin.


Me fui a Barcelona, lugar para irse de tapas y copas, y lo mismo. Solo era tema el primer minuto que veía o hacía algo que asociaba con tomar. Cada vez que siento que quiero tomar y no lo hago me desapego más del alcohol.


Tenía asociado el trago a pasarla muy bien socialmente, porque sí, la verdad he tenido momentos muy entretenidos que no cambiaría por nada; pero, en este minuto de mi vida, sin hacerlo, lo paso igual de bien, me conecto aún más conmigo, y no me perjudico a mí misma.


Si bien no me prohibo tomar, decidí que no quería volver a hacerlo a menos que fuera puramente para gozarlo y disfrutarlo, realmente porque quiero y no porque es lo que se hace, o porque sin darme cuenta quiero tapar alguna sensación. Hasta hoy, ese momento no ha llegado.


Sigue habiendo un encanto en imaginarme con una copa de Aperol en Italia, una rica y fría cerveza en un caluroso día de verano acompañando un Halloumi sandwich en Berlín, una exquisita y fina copa de vino para acompañar el queso en Paris mon amour o para hablar toda la noche de nuestras profundidades. Quién sabe, quizás lo haga, pero será porque quiero, por el sabor, por el momento en sí y no porque así “debe” ser.


Al final, no se trata tanto de la sustancia, sino de tu relación con ella, y claramente mi relación con el alcohol no era lo más sano, aunque fuera "normal" (¡cuestionemos lo que es normal!).


Estos meses me han ayudado a encarnar el conocimiento que ya tenía: el trago es el mayor inhibidor de mi instinto y lo suprime por más días que solo el que tomé. Creo que todos queremos sentirnos bien. Para mí, eso significa estar muy consciente de mi cuerpo, de lo que siento y el planeta, significa estar en contacto con mi intuición, y con el alcohol me nublo. Quiero ver todo claro.


Creo que el cuerpo humano es perfectamente capaz de sentir éxtasis de forma natural, pero hemos normalizado apagar nuestros sentidos con cosas como el alcohol, la comida procesada, el cigarro, el teléfono, haciendo lo que me dicen que haga.


Este viaje de dejar el alcohol por completo, me ha ayudado a ver las distintas formas en mi vida en que trato de tapar la incomodidad, y exponerme más a ella. Lo pasaba increíble tomando y bailando y cantando con mis amigos y familia pero el poder que siento al hacer eso mismo, sin, es tremendamente gratificante. Cada vez que lo hago es como que atravieso un portal, me suelto más y conecto más con mi ser más auténtico y libre.

 

PREGUNTAS GUÍAS QUE ME HAN QUEDADO DE ESTA EXPERIENCIA

  • ¿Por qué estoy haciendo lo que estoy haciendo?

  • ¿Qué cosas en mi vida no están alineadas con la vida que deseo? ¿Por qué las sigo haciendo?

  • ¿Qué necesidad estoy tratando de satisfacer a través de lo que estoy haciendo?

  • ¿Me permito sentir lo que siento? ¿Con qué me distraigo para evitar sentir?

  • ¿Qué es lo que realmente quiero hacer? ¿Por qué no lo estoy haciendo?


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